Protección ante la tormenta
Escrito por Pablo González y Pedro Nonay, tratando de encontrar las actuaciones que podemos tomar para adaptarnos a los cambios del orden mundial.
Nota 8 – Protección ante la “tormenta”.
Comandos vs ejércitos. Consecuencias de la IA
22 febrero 2025
Continúa habiendo muchas noticias sobre las actuaciones del nuevo gobierno de Trump. Desde luego, su actitud es casi frenética y no deja indiferente a nadie. Queda claro que va a negociar de forma dura casi todo. Por eso, hay mucha incertidumbre en todos los niveles.
Sin embargo, aún no ha actuado Trump sobre el asunto más fundamental de todos. Es el que dejará clara la evolución de las alternativas de paz, los riesgos económicos, y la estabilidad geopolítica. Se trata de su relación con China, creando acuerdos de convivencia, o yendo a la guerra (comercial, militar, o de otro tipo).
Tampoco se ha definido del todo en su relación con Europa, salvo algunas amenazas previas a la negociación, que ya empiezan a ser claras. Viene a decir que Europa no va a pintar nada en el mundo si no asume sus costes (los gastos militares, y otros muchos), y que le toca a Europa elegir si pasa a ser “súbdito” de USA, o de los BRICS+. Bueno, esto último no lo dice expresamente todavía, pero es lo que se intuye. Incluso se deja ver que quiere la desaparición del concepto “Europa”, y que cree que algunos países serán “súbditos” suyos, y otros lo serán del bloque chino.
Parece que lo que está haciendo, antes de decidir su postura ante China, es saber con qué países cuenta en su “alineación”. Pero no les está “captando” con incentivos, sino con amenazas. Más que socios o amigos, está buscando “súbditos” necesitados.
Por supuesto, a la hora de elegir países para su equipo, tiene muy en cuenta los recursos que necesita. Me refiero a la energía, materias primas y alimentos que le hacen falta para un correcto equilibrio autárquico de su bloque de países. Eso es algo que ya traté en mi serie de notas que llame “Construyendo el nuevo orden”, en la que se expone un resumen de las materias primas aquí, y otro para la agricultura aquí. Es ejemplo de ello el que hable de Groenlandia por sus materias primas; del Golfo de Méjico, al que, con la excusa de cambiarle el nombre, quiere convertirle en aguas territoriales suyas, y explotar el petróleo que se sabe que hay allí; y de que Ucrania le pague la ayuda con las minas de tierras raras.
Hasta que no ocurra esa decisión de Trump sobre su relación con China, no puedo continuar mi estudio de lo que es recomendable hacer ante ello. Por ahora, sigue siendo válido lo de intentar buscar el mayor margen de maniobra posible, y la mayor velocidad de respuesta.
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Por ese motivo, dedico esta nota a hablar de algo que no depende tanto de las actuaciones de Trump. Trataré las consecuencias de los desarrollos de la IA. Están muy de moda estos días, por la competencia china de DeepSeek, que ha generado turbulencias por lo inesperado, y por la calidad de la herramienta.
Ya escribí sobre esto en mayo de 2023 (aquí). Se ha avanzado mucho en el desarrollo desde aquel momento, pero las ideas centrales allí expuestas se mantienen, por lo que no las repito aquí.
Tal vez la novedad es que todo va más rápido de lo previsto. Tomás Pueyo ha escrito un muy buen artículo extractando el estado de la cuestión. Llega a la conclusión de que se puede conseguir el momento AGI en menos de 5 años (se puede leer aquí).
Hago la precisión de que ese momento AGI ocurre cuando la IA es capaz de hacer cualquier cosa de mejor forma que el mejor de los humanos. Siendo muy importante ese momento, no es ahí donde la IA es mejor que el conjunto de la humanidad, donde sabe absolutamente todo, ni donde la IA se puede reprogramar por sí misma, sin intervención humana. Eso sería la Singularidad, y tardará más.
Como es el objetivo de esta serie de notas, intentaré ver qué podemos hacer nosotros para adaptarnos lo mejor posible en estos tiempos de transición.
Primeras IAs. Trabajos intelectuales en riesgo.
Las primeras IAs (que son las que ya existen) todavía no llegan al momento AGI (en el que la IA es mejor que cualquier ser humano), pero ya empiezan a ser útiles para reemplazar al ser humano medio en muchas tareas.
Por ello, la IA ya está sustituyendo trabajos que hace poco pensábamos que tenía que hacer un ser humano muy preparado.
Esto es lo que se habla mucho de lo que llaman en inglés los “blue collars and white collars”. En esa imagen, los “blue collars” eran los “obreros de la fábrica”, y hace tiempo que fueron sustituidos, en su mayoría, por los robots y la tecnología. Es decir, en cuanto a mano de obra masiva, desaparecieron, como lo hicieron hace tiempo los agricultores manuales tras la invención de tractores y cosechadoras.
Ahora toca la sustitución de trabajos para los “white collars”. Eso significa que muchos trabajos de oficina (incluso de alto nivel) serán sustituidos por la IA. Es decir, casi todo el trabajo rutinario, basado en procedimientos, lo hará mejor la IA que los humanos.
Esto está ocurriendo ya. No nos damos cuenta, pero las compañías importantes ya aplican IA para eso. Desde Google hasta Spotify usan IA para darnos la mejor respuesta.
Quiero decir que los primeros usos de la IA no serán “disruptivos” para el ser humano normal. Serán una forma de que las empresas ya existentes puedan dar un mejor servicio en “transformar materiales y energía en cosas y servicios”. Que no deja de ser lo verdaderamente importante, porque todo lo que necesitamos los humanos se basa en transformar esos materiales y energía en lo que queremos.
Las instituciones se diluirán.
Precisamente por toda esa nueva oferta de servicios que he dicho arriba, habrá un gran problema de pérdida de utilidad de todas las instituciones que venimos aceptando como “esenciales”. Me refiero a instituciones entre las que pueden estar nada menos que desde el concepto “nación”, hasta el de democracia. Por supuesto, eso ocurrirá también con instituciones de menor rango, como son la ONU, OMS, …
Eso ocurrirá gradualmente, aunque es inevitable. El caso es que todas las instituciones (importantes o básicas) no son más que el resultado de encontrar una forma de adaptarnos a la necesaria gestión de los recursos para conseguir la mejor y más agradable convivencia de los seres humanos.
Si ocurre que las herramientas de que disponemos para ello cambian radicalmente (y la IA es un cambio radical), el resultado es que habrá que organizar unas nuevas instituciones que nos permitan gestionar mejor los recursos en la búsqueda de los mismos objetivos.
Los individuos, los gobiernos y las empresas deberemos adaptarnos a ese nuevo escenario. Tendremos que centrarnos en las habilidades que todavía podremos hacer mejor que la IA.
La IA actual sabe hacer (casi) bien lo que depende del conocimiento existente. Cuando llegue el momento AGI, eso mismo lo hará, sin duda, mejor que cualquier ser humano.
Lo que no hace la IA actual (tampoco la del momento AGI) es crear conocimiento, ni lo que se suele llamar pensar “out of the box”. Ese es el hueco en el que los humanos todavía podemos trabajar.
Y, eso de que la IA no puede crear conocimiento no lo digo yo. Lo dice la propia IA. Lo dice en una larga conversación que tuve yo con ChatGPT el pasado 9 de febrero, precisamente como una de las tareas previas para preparar esta nota. En una parte de la conversación la IA dice:
- Limitaciones en la «Creación» de Nuevo Conocimiento
- No tengo intuición matemática ni creatividad en el mismo sentido que un humano. Grandes matemáticos como Euler o Ramanujan hicieron avances basados en intuición, experimentación y pensamiento abstracto.
- Aunque puedo generar ideas novedosas, mi conocimiento se basa en lo que ya existe. No «pienso fuera de la caja» de la misma manera que un investigador humano que trabaja en la frontera del conocimiento.
- No puedo hacer experimentos físicos ni generar datos empíricos nuevos, lo que limita la validación de teorías en ciencias aplicadas.
- No tengo intuición matemática ni creatividad en el mismo sentido que un humano. Grandes matemáticos como Euler o Ramanujan hicieron avances basados en intuición, experimentación y pensamiento abstracto.
Se puede ver esa conversación completa mía con la IA en este link que he colgado en mi web. Eso sí, a quien esté interesado, le recomiendo hacerlo tras haber terminado antes la lectura de esta nota. Probablemente le sea más útil hacerlo así (yo no pude).
Por esa razón, los humanos debemos reforzar las habilidades que nos permiten esa creación de conocimiento. En este sentido, es de mucha aplicación lo que decía Harari en su libro “21 lecciones para el siglo XXI”. En el capítulo 18 de ese libro, Harari aborda un asunto crucial: la educación y las habilidades que se enseñan en las escuelas. Dice que lo que se enseña hoy, puede ser completamente inútil en el futuro, porque lo haga de forma automática la tecnología. Expone que las habilidades en las que hay que reforzar la enseñanza son las “cuatro ces”: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. El resto de la vida será una cuestión de aprendizaje y adaptación constante.
Hago la mención de que Pedro me dice que, por encima de las cuatro ces de las que habla Harari, siempre debemos pensar en “los sentidos”: ver, oler, escuchar, sentir, …
Comandos. Hay que apoyarlos
Por lo dicho arriba, pienso que, usando el símil militar, los humanos tenemos que abandonar la técnica de los ejércitos, y tenemos que centrarnos en la de los comandos.
Digo eso porque la técnica de los ejércitos se basa en que una masa de soldados y mandos intermedios sigan correctamente las instrucciones del mando. Y eso lo hará mejor la IA, con sus drones y robots, que los humanos. No sólo en el mundo militar, sino en cualquier actividad. Es decir, las tareas con manual de instrucciones son para la IA.
Por el contrario, las tareas que necesitan improvisación de equipos multidisciplinares, formados ad-hoc para un objetivo muy concreto y coyuntural, son las que todavía harán mejor los humanos. Esas son las tareas que realizan los comandos. Se trata de un equipo de pocas personas, con distintas habilidades, con una misión muy concreta, sin manual de instrucciones, y con mucha libertad para actuar.
Habrá muchas posibilidades de éxito profesional para quienes se dediquen a eso. Será gente fuera de estructuras convencionales, que trabajará cada poco tiempo en distintas misiones y con distintos compañeros (aunque ese no sea el caso del equipo elegido para la fotografía de arriba).
Hay que fomentar la existencia de esos “comandos”. Hay que darles más prestigio social y más remuneración que a la gente que trabaja siempre en el mismo sitio y hace siempre la misma función (que son los que serán sustituidos por la IA).
Aumentará el desempleo. Hacen falta soluciones.
Como he dicho, los trabajos del tipo “ejército” serán gradualmente sustituidos por la IA. Y no será mucha gente la que tenga capacidad para adaptarse a los trabajos del tipo “comando”.
Eso significa que se incrementará mucho la cantidad de personas sin trabajo, aunque eso ocurrirá en el largo plazo, por ser gradual la sustitución.
En el corto plazo, como la sustitución será gradual, puede ocurrir que la caída en demografía de un país permita que la IA haga el trabajo de las personas que ya no están disponibles para hacerlo. Así, no se incrementaría el paro, ni disminuiría la productividad total del país.
Lo que está claro es que en algún momento va a aumentar mucho el paro. Y va a ser endémico. Es decir, lo normal será no trabajar. Por tanto, hay que organizar los mecanismos para que esas personas que no trabajen puedan vivir. Y no sólo se trata de que tengan ingresos para organizarse su vida, sino también de que tengan formas de usar su tiempo sin entrar en procesos de depresión por sentirse inútiles o desplazados.
Así, aparece todo un problema de organización social.
Respecto a los ingresos de esas personas, hay que preguntarse: ¿quién les paga? Puede ser, como hasta ahora, que lo haga el estado utilizando impuestos recaudados a la productividad de la IA. También podría ser que les paguen directamente las empresas que utilizan esas IAs.
En cuanto a la forma de darle sentido a la vida de esas personas y evitar su depresión, habrá que fomentar sus actividades artísticas, de cooperación social, de creatividad, … Y darles respeto social a esas actividades. Además, habrá que profundizar (más aún) en que puedan ocupar su tiempo en entretenimiento, deporte, … Será algo así como la “Sociedad del ocio”. Suena bonito, pero es más delicado de lo que parece.
Singularidad. ¿Tecno-comunismo?
Hago un comentario para cuando se alcance la singularidad, que será en tiempos posteriores. Ese será el momento en que la IA sabrá absolutamente todo, y no habrá duda de que podrá hacer todo mejor que cualquier ser humano.
Llegado ese momento, lo lógico será que ningún humano trabaje (en el sentido de producir), y que todo lo haga la IA, porque lo hará mejor. Esto afecta incluso a las labores de dirigir el país (o el mundo).
Si en ese momento la IA sigue aceptando que su función es hacer todo para ayudar a los humanos (que no está garantizado el que decida prescindir de nosotros), lo que habrá que redefinir es el tipo de contrato social que se aplicará. Eso debe estar en la Constitución con la que se programe a la IA.
Podría ser que fuera algo muy parecido al comunismo. Poder centralizado con conocimiento absoluto de todo. Al contrario que en la experiencia de la URSS, al poder (la IA) le llegará toda la información, con garantías de veracidad, y tendrá capacidad para procesarla correctamente. Es decir, no habrá posibilidad de ocultaciones por corrupción, ni de fallos por la burocracia, ni de decisiones equivocadas por erróneo procesamiento de datos. En esas condiciones, es claro que se tomarán mejores decisiones desde ese ente muy centralizado, que desde entes más pequeños (sean empresas, o gobiernos), que tendrían información más incompleta.
Se le podría llamar “Tecno-comunismo”. Y, como nadie trabajaría (en el sentido de producir riqueza), la máquina tendrá que decidir de qué forma reparte bienes y servicios entre los humanos. Y le tocará elegir si incentiva con más bienes algún tipo de comportamiento de los humanos.
Esto suena a cosa de locos, pero es probable que lleguemos a verlo estando nosotros todavía vivos. Eso sí, como se refiere a un plazo más largo, no es el tipo de situación objetivo de estas notas, en las que buscamos lo que tenemos que hacer para prepararnos para lo inminente.
Conclusiones.
La IA avanza más rápido de lo que muchos esperaban. En el corto plazo, su impacto se centrará en sustituir trabajos rutinarios y mejorar procesos. A medida que evolucione, su alcance irá mucho más allá. Esto plantea preguntas fundamentales sobre el empleo, la estructura social y el papel de las instituciones.
Lo que está claro es que los trabajos basados en seguir instrucciones tienen los días contados. Todo lo que pueda hacer mejor una IA que un humano, lo acabará haciendo la IA. Por eso, la única opción viable es centrarse en aquello que la IA todavía no hace bien: la creatividad, la improvisación y la capacidad de generar nuevo conocimiento. No es casualidad que las habilidades clave para el futuro sean las “cuatro ces” de Harari: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad.
Desde un punto de vista práctico, la estrategia de los “comandos” se presenta como la más adecuada para quienes quieran mantenerse en juego. Se trata de equipos pequeños, multidisciplinares, que trabajan en misiones concretas, sin manuales de instrucciones. Ahí los humanos todavía pueden marcar la diferencia.
Pero, hay que ser realistas. No todo el mundo podrá adaptarse a ese modelo. Y como la sustitución será gradual, habrá un período en el que la caída demográfica puede compensar la falta de empleo. Sin embargo, tarde o temprano, llegará el momento en que el paro estructural se dispare. Ahí se abrirá un debate inevitable: ¿quién paga a los que no trabajan? ¿Cómo se evita que una parte de la sociedad caiga en la depresión o el caos?
Más adelante, cuando llegue la singularidad, el panorama cambiará aún más. Si la IA sigue funcionando a favor de los humanos, tendrá que decidir cómo se gestionan los recursos y qué tipo de sociedad queremos. Es posible que nos acerquemos a un modelo de «Tecno-comunismo», donde la IA tenga toda la información y tome las decisiones más eficientes. Suena radical, pero es un escenario que podríamos ver en vida.
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Consejos para nuestra adaptación.
Como vengo diciendo en notas anteriores, no escribo esto porque me considere ningún poseedor de la verdad, ni para convencer a nadie. Lo hago en mi proceso interno de crearme mi opinión, para luego tomar mis decisiones de futuro.
Por ello, no creo que sea honesto no compartir mis conclusiones. Es lo que hago a continuación, pero recuerdo que pueden ser equivocadas.
Para las personas.
Dependiendo de nuestra edad y nuestras habilidades, cada uno deberá decidir si elige uno de los caminos siguientes para un futuro cercano:
- Intentar vivir como siempre, y cruzar los dedos para que los cambios no ocurran antes de que se acabe nuestra vida.
- Aceptar los cambios que van a venir con el “advenimiento de la IA”, y prepararnos para ellos.
- Dedicarnos a vivir fuera de ese mundo, y con nuestros propios medios. Un poco como los pioneros de la conquista de América.
- Pasar a la clandestinidad, y ser parte una especie de “resistencia” dentro de las zonas gobernadas por la IA.
Yo elijo la segunda opción. Además, y antes de que llegue la Singularidad, intentaré mejorar mis habilidades para poder ser útil en algún “comando”, como he dicho arriba. Después, intentaré no “caerle mal” a la IA y hacer lo que me diga. Es decir, buscar ser útil mientras pueda, y aceptar lo que ocurra después (que ya me llegará siendo mayor para meterme en líos). Además, intentaré disfrutar en el camino.
Para las empresas.
Es muy importante que analicen si su servicio y su organización interna va a ser útil en las distintas etapas de implantación de la IA.
Al principio, deberán usarla para mejorar su productividad. Cuando vean que se acerca el momento de que la IA pueda dar el servicio sin su existencia, deben organizar su cierre ordenado, antes de que llegue el momento de quiebra por ineficacia. Es decir, hay que evitar repetir lo que le pasó a Kodak por no adaptarse al mundo digital (y esta vez serán mucho más grandes los efectos).
Para los gobiernos.
Si de verdad piensan en ser útiles a los gobernados (que es algo de lo que dudo en muchos casos), deberían reconocer que su servicio va a dejar de ser útil muy pronto. Y deberían aceptar su disolución gradual. Abandonando el intento de control en distintos aspectos, según la IA vaya siendo capaz de hacer cada cosa mejor que esos gobiernos.
Aunque, por desgracia, no creo que abandonen con facilidad sus ansias de poder, lo que llevará a muchos conflictos e ineficacias (pero eso es algo a lo que estamos acostumbrados por parte de los gobiernos).
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Como siempre, agradezco comentarios en mi email: pgonzalez@ie3.org