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Protección ante la tormenta

Escrito por Pablo González y Pedro Nonay, tratando de encontrar las actuaciones que podemos tomar para adaptarnos a los cambios del orden mundial.

Nota 4

¿Tiene futuro el Estado Nación?.
 

20 octubre 2024



Dije en la nota 2 que iba a tratar primero los asuntos que van a cambiar más pronto. Por eso, puede extrañar que hable ahora de los conceptos de Estado Nación y de contrato social. 

Es muy cierto que esos asuntos van a cambiar, pero estamos lejos de tener los cambios implantados del todo. Eso podría ser un argumento para hablar de estas cosas más adelante.

Sin embargo, también es cierto que son asuntos importantísimos. Que crean el marco para casi todo. Así como es cierto que los cambios han comenzado. Hay que observar con detalle las tendencias, y adaptar nuestras decisiones a las mismas.

Pienso que nos van a cambiar las reglas del juego a mitad de partida. Por ello, no debemos tomar las decisiones de largo plazo usando las reglas del juego antiguo. 

Lo malo es que no están definidas en detalle las reglas del juego futuro. Lo bueno es que sí podemos observar las tendencias que las van a modelar.

Un poco de historia.

Merece la pena copiar los dos primeros párrafos que hay en Wikipedia hablando del Estado Nación. Dicen así:

  • “Un Estado nación es una forma de organización política1​ que se caracteriza por tener un territorio claramente delimitado, una población relativamente constante y un gobierno. Si no cumple con estos requisitos no se considera Estado nación.

    El Estado nación surge mediante el tratado de Westfalia, al final de la guerra de los Treinta Años (1648). Con este tratado se acababa con el antiguo orden feudal y se daba paso a organizaciones territoriales definidas en torno a un gobierno que reconocía sus límites y poder”.

Es decir, que el concepto de gobierno político que todavía utilizamos (aunque muy debilitado, como veremos abajo) nació en 1648. Pero lo hizo por causa de una guerra que comenzó en 1618. Y las causas que pedían una nueva forma de gobierno eran muy anteriores a 1648. Incluso eran anteriores a 1618, dado que nadie inicia una guerra sin intentar antes buscar soluciones menos drásticas.

El sistema de gobierno previo era el que llamamos orden feudal, y fue el vigente durante la Edad Media.

Se suele decir que la Edad Media acabó con la invención de la imprenta (1453). Es ahí cuando comenzó el Renacimiento. Y es importante notar cómo el cambio de sistema de gobierno llevó algo menos de dos siglos. Aunque es cierto que el feudalismo, todavía vigente en el Renacimiento, ya no era casi ni parecido al existente en tiempos anteriores a la imprenta. Las guerras de religión (Lutero sí que expuso sus 95 tesis muy poco después de la imprenta), el descubrimiento de América, y los avances artísticos, científicos y tecnológicos del Renacimiento, hacían imposible una sociedad como la anterior a la imprenta.

De ello se deduce que, cuando la sociedad cambia, acaban cambiando también los sistemas políticos de organizarla. Lleva tiempo llegar al cambio total, pero hay cambios graduales desde el inicio.

Ese tiempo de transición es el que tardan los viejos poderes en aceptar que pierden el control y que tienen que rendirse ante el nuevo orden. Desgraciadamente, eso ocurre tras guerras y crisis económicas por causa de esa defensa insensata. Crucemos los dedos para que esta vez acepten el cambio sin necesitar turbulencias extremas, … y aceptemos que alguna habrá.

Internet es la nueva imprenta.

Como ya dije en la Nota 1 (y también lo dice ya muchísima gente), Internet va a tener los mismos efectos que tuvo la imprenta. Eso es así porque ambos inventos cambiaron la forma en que se mueve el conocimiento, y el conocimiento es la base de todo

Desde luego, hoy, ya no se hace casi nada en la forma que se hacía antes de Internet. La sociedad ha cambiado.

Por ello es muy previsible que desaparezca el concepto de Estado Nación que conocemos, y que lo haga con una especie de metamorfosis gradual que ya ha comenzado.

Para observar que el cambio hace tiempo que ha comenzado, basta con ver que el gobierno de los Estados Nación, según la definición de Wikipedia, toma sus decisiones de forma independiente a otros organismos. Sin embargo, hoy hay multitud de organismos supranacionales y de convenios entre países que limitan en mucho la capacidad de actuar de los gobiernos, comparado con lo que ocurría antes.

Otra forma de ver que el sistema ya no funciona es darse cuenta de que el gobierno de cualquier territorio se debe hacer con una administración capaz de “controlar” la inmensa mayoría de las interacciones de los ciudadanos en ese territorio. Eso es así porque, si hay un porcentaje grande de interacciones de los habitantes fuera del territorio (p.e.: exportaciones, pero hay muchas otras interacciones posibles, como es la difusión de cultura y doctrina), la administración no podrá controlarlas fácilmente.

Si, tras inventos que cambian las comunicaciones, los ciudadanos interaccionan con zonas más lejanas, es necesario hacer gobiernos más grandes. Por esa razón, tras la imprenta, se quedaron pequeños los gobiernos del tamaño de un feudo (que funcionaban bien cuando eran pocos los habitantes que salían habitualmente del feudo), y resultó necesario crear los países que hoy conocemos. Y por la misma razón, tras Internet, esos países se nos han “quedado pequeños” para tener un gobierno individual con plenas facultades.

Contrato social.

La idea de contrato social nos viene (por lo que nos contaron en la escuela) de Rousseau. Sin embargo, es mucho más antigua. Ya en la Grecia antigua Protágoras hablaba de lo mismo.

El caso es que, si la gente tiene que convivir, merece la pena encontrar un acuerdo por el que, aunque perdamos algo de libertad, podamos tener una convivencia pacífica con nuestros congéneres cercanos. Ojo, porque eso de “cercanos” es uno de los grandes cambios actuales. Tras Internet, puede ser “cercano” en el trato continuo alguien que viva en la otra parte del mundo.

Resulta que, en los últimos pocos siglos, que coinciden con los del éxito del concepto de Estado-Nación, el contrato social ha funcionado más o menos bien bajo la idea de que hay unas reglas (basadas en la vigilancia policial, y el funcionamiento de la justicia) que permitían vivir razonable bien a quien cumplía las reglas, y penalizaba a quien no lo hacía.

También ocurre que, en Occidente, eso está dejando de funcionar. Es triste reconocerlo, pero es una realidad que hoy está poco premiado cumplir las reglas, y está más premiado incumplirlas. Para comprobarlo, basta con ver la situación de los jóvenes occidentales (que cumplen las reglas en su mayoría), y las de los políticos (que las incumplen en su mayoría).

No ocurre lo mismo en las sociedades cuasi dictatoriales de lo que hoy llamamos el Sur global. Allí el contrato social es muy simple y dice que: “si haces lo que el jefe te dice, y te esfuerzas, te irá bien”. Y funciona, aunque no nos guste reconocerlo.

En definitiva, se trata de buscar un pacto entre los gobernantes y los gobernados. El objetivo es que los gobernados no se rebelen ante los gobernantes. Que no les merezca la pena el esfuerzo de la rebelión. Aunque esa idea nos la vendan con el adorno de que los gobernantes trabajan por nuestro bien.

Hoy, en Occidente, el contrato social está muy incumplido. Los gobernados no se sienten apoyados por los gobernantes. Y eso es independiente de los partidos políticos gobernantes en cada lugar.

Por eso, la tensión social está en máximos. Sobre todo, en Occidente.

Tendencias de evolución.

Ya he dicho que el Estado-Nación y su contrato social están en plena lenta metamorfosis hacia su futura forma.

Llegaremos a esa futura forma de gobierno por el camino de ir creando las nuevas estructuras de poder e ir atribuyéndoles competencias. Al mismo tiempo, se irán vaciando de competencias las antiguas formas de poder, pero manteniendo formalmente su existencia. Eso será así hasta que esté terminada la transferencia de competencias, momento en que se reconocerá que dejan de ser necesarios aquellos Estados-Nación, porque ya no pueden decidir nada.

Ese proceso estará influenciado por varias tendencias.

Las competencias.

La utilidad e importancia del gobierno de cualquier estructura social (pública o privada) está relacionada con su capacidad de tomar decisiones. Es decir, con sus competencias.

Si un gobierno no puede tomar decisiones sobre asuntos de la materia x, ese gobierno, respecto a esa materia, será candidato a desaparecer por inútil al objetivo. Aunque puede haber un periodo de permanencia de las partes del gobierno referidas a esa materia, pero sin trabajo que hacer. Es decir, un periodo de teatro con “apariencia de existencia”.

También hay que tener en mente un asunto muy distinto en esto de las competencias. Se trata de que una cosa es tomar las decisiones, y otra es ejecutarlas. Es perfectamente posible que las decisiones se tomen en “las alturas”, pero que sean necesarias estructuras más pequeñas para ejecutarlas. Eso sí, esas estructuras de ejecución no deberían ser llamadas “gobierno”. Más bien serían la “delegación en el territorio que sea para la ejecución en la materia x” de lo que decidió el verdadero gobierno.

Como los párrafos anteriores son un poco abstractos, pondré ejemplos. 

Si hablamos de economía, dos de las decisiones más importantes que debe tomar quien de verdad gobierne son los tipos de interés y la moneda de curso legal a usar. Resulta que, en Europa, ninguno de los “supuestos” Estados-Nación que la forman tiene competencias sobre esos asuntos. El tipo de interés lo fija el BCE, y la moneda es el euro por decisión del gobierno europeo. Los gobiernos de los Estados-Nación europeos tan sólo tienen atribuciones para ejecutar que esas decisiones se cumplan en su territorio. Es decir, aunque todos los países tienen un ministerio encargado de los asuntos económicos, ese ministerio (en Europa) no puede decidir sobre lo más importante de la economía.

Algo parecido ocurre con todas las decisiones que se toman en organismos supranacionales sobre cuestiones de medio ambiente, salud, comercio internacional, …

Es decir, los Estados-Nación están perdiendo muchas competencias por enviarlas “arriba”, a algún organismo supranacional. Y es importante darse cuenta de que no las envían a un único organismo, que podría ser el embrión de un “gobierno mundial”. Lo hacen a organismos variados, cada uno especializado en su materia (OMS, World Bank, ONU, …). 

Además, los Estados-Nación también están perdiendo competencias por enviarlas “abajo”, a gobiernos más pequeños, de carácter regional o local. Esto ocurre por ser más eficaces esos gobiernos para tomar tales decisiones y adaptarlas a las necesidades y a la cultura local. Es el ejemplo de los horarios de apertura y cierre de la hostelería, o las decisiones sobre obras de infraestructura, …

Con estos procesos, los países se están quedando vacíos de competencias en cuanto a decisión. Lo que sí que tienen son las de vigilancia de la ejecución de lo decidido. Es decir, están perdiendo poder y pasando a ser meros gestores delegados.

Por lo anterior, se entiende lo que vemos continuamente en las noticias. Casi siempre observamos que los debates de los políticos y las leyes en trámite son sobre asuntos de alguna importancia (muchas veces de muy poca), pero no sobre los temas realmente principales. Teniendo en cuenta que casi toda la estabilidad mundial está en riesgo, alguien se podría preguntar ¿porqué los políticos no discuten sobre lo verdaderamente importante? La respuesta es: porque no tienen competencias. Lo que hacen es inventarse polémicas menores para dar la apariencia de que su trabajo es necesario. Y animan al enfrentamiento entre sus seguidores para que esos asuntos parezcan más importantes de lo que son. Desgraciadamente, eso les funciona, y tenemos el resultado de sociedades polarizadas por causas menores.

Lo dicho también explica otra cuestión muy habitual. Todos vemos que en muchos países los líderes tienen un carisma y un nivel intelectual muy inferior al que tenían los de épocas anteriores. Es lógico. Si la gente verdaderamente buena sabe que no va a poder decidir sobre lo importante, y que va a tener que inventarse polémicas menores y estúpidas con el objetivo de manipular a sus seguidores, muchas veces por medios discutiblemente legales, lo normal es que decidan elegir otros trabajos.

Repito aquí que todo esto tiene su causa en la existencia de Internet. Es por Internet por lo que se ha facilitado mucho la comunicación y el comercio internacional. Eso ha permitido coordinarse en territorios mucho más grandes que los actuales países para la toma de decisiones importantes (con sus dificultades diplomáticas). Por la misma razón, esas mejores comunicaciones y el mejor conocimiento han permitido que las decisiones pequeñas se tomen a nivel local, sin perder la capacidad de vigilancia de que se haga correctamente.

No es sólo el territorio.

Arriba he hablado de las competencias en sentido territorial. Algunas casi mundiales. Otras a nivel ciudad. Pocas a nivel Estado-Nación. Y ya vimos que el propio concepto de Estado-Nación implicaba el gobierno de un “territorio”, sin hablar de su tamaño.

Lo que ocurre ahora es que hay muchas competencias que pueden quedar fuera del concepto “territorio”. De nuevo, Internet lo permite.

Pensemos, por ejemplo, en cualquier actividad profesional. Todas ellas tienen sus asociaciones en las que se generan debates y manuales de buenas prácticas de ese sector. Al final, son ellas las que dicen a los gobiernos lo que tiene que ser el contenido de la ley que afecte a ese sector.

Y ese proceso de otorgar competencias a entes no territoriales se está acelerando por lo que permite la tecnología post Internet. Es el caso de lo que va a ocurrir con las DAOs (organizaciones descentralizadas coordinadas electrónicamente).

También con las criptomonedas. Bitcoin no es manejado por ningún gobierno. Y hablamos nada menos que del concepto “dinero”.

En definitiva, no sólo está en discusión el concepto “gobierno”, sino que también lo está el que tenga que ser dirigido por el concepto “administración pública” y basado en el territorio.

La democracia.

Otra cuestión que se ve muy habitualmente en estos tiempos en los países democráticos, es que hay pocos gobiernos con mayoría absoluta de un partido político. Y se forman alianzas de gobierno muy distintas a lo esperado por los votantes, especialmente en Europa.

Es sabido que entre las virtudes de la democracia está el permitir alternancia de gobiernos sin revoluciones. Y se consigue evitar esas revoluciones porque el gobierno elegido tiene el apoyo del ejército y la policía, así como el de más del 51 % de los votantes (que no son los habitantes). Con esos apoyos es difícil que triunfe una revolución, además de tener los descontentos la posibilidad de ganar las siguientes elecciones.

Pero, en la situación actual de muchos países, lo que tenemos es que vota poca gente. Muchas veces menos del 70 % de los que tienen derecho. Hay muchos habitantes sin derecho a voto, los inmigrantes no acreditados. El partido más votado no alcanza el 30 % de los votantes, es decir el 18 % de los habitantes mayores de 18 años (si vota un 70 % y hay un 15 % de inmigrantes sin derecho a voto).

Si ese partido, con un 18 % de apoyo de la población, hace alianzas “raras”, puede que incluso parte de los que le votaron esté descontenta. 

Es decir, que lo de evitar las revoluciones por tener el apoyo de gran parte de la población está descartado. Terreno abonado para problemas con ese gobierno. Gobierno que, por lo dicho arriba sobre el asunto de competencias, no podrá hacer casi nada para solucionar los problemas importantes de la población. Por tanto, el descontento será más grande aún.

Además, como he dicho más arriba, ahora la tecnología permite coordinar a la población de otras maneras más potentes que el simple voto a un partido político. Tanto para difundir opiniones, como para organizar votaciones de detalle, … o para hacer revoluciones.

La democracia, tal como la venimos aplicando, está fallando a su objetivo de tener una sociedad pacífica. Debe evolucionar. 

Una posible evolución sería hacia democracia electrónica llegando a asuntos de detalle. Esas votaciones electrónicas podrían ser de forma que tuvieran derecho a votar los afectados por el asunto en cuestión (o los expertos en ese asunto), sin importar si viven en un país u otro. Es decir, podrían superar el concepto Estado-Nación.

Claude.

Claude es una de las variadas IA que existen. Pedro le ha hecho unas preguntas sobre la evolución de los gobiernos si se populariza el uso de blockchain para su función. Es interesante ver su respuesta y el gráfico que aporta: 

Diagrama

Descripción generada automáticamente
  • “Este escenario representa un cambio de paradigma mucho más profundo que cualquier analogía histórica directa. Es más comparable a la transición del feudalismo al estado-nación moderno, pero ocurriendo a una velocidad mucho mayor. Las reacciones serían probablemente más intensas y de mayor alcance que cualquier cambio social o económico que hayamos visto en la historia reciente”.


Occidente está en la “rotonda”

Pedro ha tenido una idea que describe muy gráficamente la situación en la que nos encontramos. Es válida tanto para este asunto de los Estados-Nación, como para todos los otros aspectos que están en cambios.

Lo compara con las rotondas para los cruces de carreteras. La idea es que el camino por el que veníamos ha llegado a una rotonda. Era el camino del antiguo orden mundial y de los Estados-Nación. 

Ahora estamos dando vueltas a la rotonda, porque no terminamos de tomar la decisión sobre cuál de las posibles salidas y nuevos caminos debemos escoger.

Las posibles alternativas de los países de Occidente respecto a este asunto del Estado-Nación son:

  • Seguir dando vueltas a la rotonda. Sin tomar decisiones. Esto hará que las cosas se compliquen cada vez más, por la ineficacia del sistema que no terminamos de abandonar. En el ejemplo de la rotonda, gastaremos más gasolina y tiempo, sin ir a ningún lado.
  • Elegir el camino de la lenta desaparición del estado. Eso necesitará coordinación con los otros países del bloque para ver qué competencias se envían a qué organismo, y en qué momento se aplica cada cambio. Será algo parecido a lo que fue la construcción de la Unión Europea, pero a una escala más grande, más rápida, y con cesiones de competencias más potentes.

    Este camino necesita que, de forma previa, un grupo importante de países de Occidente haya decidido abandonar el intento de mantener la hegemonía mundial de Occidente y aceptar el buscar compartir esa hegemonía con el bloque BRICS+, mandando cada uno en su bloque.

    Hago la mención de que ese camino es el deseado por China. Xi Jinping lo dijo expresamente en su visita a USA. Creo que también es el deseado por Trump.

  • Elegir el de intentar continuar con el sistema antiguo (incluido el intento de mantener la hegemonía mundial de Occidente). No dando más vueltas a la rotonda (que eso es hasta el momento de elegir). Eso sería el equivalente a salir de la rotonda por donde entramos. No funcionará. Llevará a la debacle, incluso puede que a la guerra mundial, pero es una posible decisión.

    Creo que ese camino es el deseado por Kamala, y por Wall Street.

  • Elegir el camino de cambiar de bloque y unirse a los BRICS+. Esto puede funcionar en países no muy grandes, y que tampoco sean de los ricos de Occidente. Además, esos países deben aceptar sistemas de gobierno autocráticos.
  • Intentar el camino de ser país no alineado entre los dos bloques. Eso sólo puede funcionar si se tiene algo que los dos bloques necesiten mucho, o si se intenta ser el paraíso fiscal y el lugar de las transacciones difíciles y oscuras entre los bloques. Algún país lo conseguirá, pero no es un camino apto para cualquiera.

Conclusión.

Creo que los gobiernos que conocemos tienen tendencia a desaparecer. Lo harán lentamente. Será con debacle, si eligen el camino equivocado. O con futuro, si eligen el bueno, que es el de adaptarse al mundo de dos bloques de países que se está construyendo.

Primero se vaciarán de contenido, gradualmente, enviando parte de sus competencias a distintos entes supranacionales, y otra parte a pequeños gobiernos regionales o locales. También habrá otra parte enviada a organizaciones fuera de la administración pública, como son las asociaciones internacionales, las DAOs, o distintas blockchains.

Una vez vaciados de contenido, todavía existirán un tiempo de manera formal. Será un teatro, porque no valdrán para nada.

Entre tanto, todavía tenemos que convivir con ellos, pero debemos saber que sus días están contados.

La conclusión para nuestras decisiones personales y empresariales es que podemos prestar atención a las ideas de nuestros gobiernos para asuntos de corto plazo. Para los del largo, nos conviene más fijarnos en los entes supranacionales que nos afecten en cada caso.

Eso sí, sabiendo que habrá algún gobierno que intente rebelarse contra esa tendencia de forma suicida. No lo conseguirá, pero llevará a su país a la debacle por largo tiempo. Si identificamos que estamos en un país de esos, la mejor estrategia es ir organizando nuestra salida de allí. Con la excepción de si estamos en uno de los pocos países que consigan ser de los “no alineados” y se encarguen de los negocios no muy limpios de las transacciones necesarias entre los dos bloques. En este último caso, si se tienen pocos escrúpulos, puede haber oportunidades en ese país, aceptando riesgos importantes.

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Como siempre, agradezco comentarios en mi email: pgonzalez@ie3.org

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