Pensando en la Guerra de Ucrania
Escrito por Pablo González y Pedro Nonay tratando de entender las consecuencias de la Guerra.
Nota 3 – Guerra
20 marzo 2022
En la semana que ha pasado desde que escribí la anterior nota, han ocurrido muchas cosas. Esas cosas, aunque importantes, nos las cuentan manipulada e interesadamente, según la fuente que leamos (normal en tiempos agitados, como los de la Guerra).
Antes de entrar en lo que trataré en esta nota, quiero enunciar lo que considero más relevante de lo que ha pasado en estos días (más adelante intentaré explicar cómo afecta lo ocurrido en cada uno de los asuntos).
- Hablan de que podrían buscar una paz pactada entre Rusia y Ucrania. Es con la condición de que Rusia se queda una parte de Ucrania, y de que Ucrania acepta no integrarse nunca en la OTAN, además de más cosas. eso sería una victoria parcial de Rusia antes de recibir el apoyo explícito de China, cosa que ya dije antes que no es lo mejor para China. Pero, tras ese anuncio de acuerdo potencial, la Guerra sigue. A mí me huele a teatro.
- USA ha hecho “marketing” público de sus presiones a China para que no ayude a Rusia. Y Rusia ha pedido el apoyo explícito a China. Es decir, las dos partes en litigio están reconociendo quien es el verdadero decisor, y las dos partes intentan que ese decisor se ponga de su lado.
- Rusia ha hecho un “impago light” de su deuda. Juegan a estirar los límites del derecho internacional. Están retrasando los pagos. Además, han sacado una ley que les autoriza a pagar en rublos deudas contraídas en otras monedas. Todavía no es más que un aviso, pero esto suena a default de deuda. Puede que esto no le importe mucho a alguno, pero significa que el que tiene que cobrar (algún banco de occidente), va a tener que declarar pérdidas. Veremos si esto no pone los balances de los bancos de Occidente “bajo sospecha”. Si eso ocurre, las consecuencias económicas para Occidente serán más grandes que las de las sanciones para Rusia.
- La reserva federal americana ha subido los tipos de interés (poco, pero los ha subido). Aunque esto parezca una noticia meramente económica, y casi ofensivo el mezclar este tipo de noticias con las de guerra, muertes y devastación, creo que es relevante. Por una parte, ante el riesgo de inflación desbocada, esa medida es algo que USA tenía que hacer si no hubiese guerra. Pero, una vez que es claro que hay guerra, esa medida debería demorarse (por necesidad de proteger a sus empresas y bancos endeudados a los que la subida le aumenta sus costes).
Las dos explicaciones para no demorar la subida de tipos son: a) USA confía en que la guerra termina ya, y se pone a hacer lo que ha demorado por causa de la guerra (actuar contra la inflación); b) USA tiene una economía en una situación tan fea, que se ve obligada a tomar estas decisiones, aunque no le venga bien en tiempos de guerra. Creo que estamos en la segunda opción: USA acorralada económicamente (lo analizaremos más adelante).
- En el plazo de tres días, USA, UE, y Ucrania han tomado decisiones normativas sobre algo tan distinto a la Guerra como son las criptomonedas. Es algo que no habían hecho antes. El hacerlo todos casi a la vez significa que ese asunto (las criptos) ha pasado a ser relevante para todos (antes lo ignoraban, despreciaban, o minusvaloraban). Las han aceptado como un “jugador” nuevo en la partida. En cada sitio a su manera, les dan carácter de oficialidad. No es un asunto menor, significa que aceptan que las reglas están cambiando y que esas cosas no se pueden obviar. También intentan regularlas (y controlarlas). Eso no le gusta al mundo creador de las criptos, que piensan en ellas idílicamente como un universo sin gobiernos ni leyes, pero deben aceptar que cualquier cosa existente acaba requiriendo algún tipo de regulación. Lo que habrá que ver es si la futura regulación apoya la viabilidad del sector, o intenta bloquearla.
Opiniones recibidas e ideas abiertas.
Como es parte esencial de esta forma de intentar entender lo que pasa, hablo mucho con los amigos con los que comparto lo escrito. Me dais opiniones y líneas de pensamiento a investigar (gracias).
Enumero a continuación cosas que me han llamado la atención de entre las escuchadas en conversaciones informales:
- Un muy buen amigo, rumano, educado en el antiguo mundo soviético (aunque luego muy adaptado al occidental) me da dos ideas interesantes:
- En el éxodo de Ucrania (y de Rusia) se están yendo muchas de las mejores mentes. Es el éxodo de los cerebros. Eso hará daño a Rusia. Es como cuando Einstein abandonó Alemania.
- Si toca pasarlo mal (hambre, frio, guerra, …), los rusos y los chinos lo van a aguantar mejor que los occidentales, porque están más preparados para eso. A nosotros, el estado del bienestar nos ha adormilado, pensamos que es un derecho innegociable, no una cosa a defender.
- En el éxodo de Ucrania (y de Rusia) se están yendo muchas de las mejores mentes. Es el éxodo de los cerebros. Eso hará daño a Rusia. Es como cuando Einstein abandonó Alemania.
- Otro amigo español, gran empresario inmobiliario, está preocupado por la inflación. En la conversación salió la idea de que no tenemos que pensar en la moneda (el euro) como unidad de cuenta, sino como instrumento de pago. Parece sólo una cosa de tecnicismo, pero tiene mucho fondo. Lo intentaré tratar luego. El resumen es que la moneda pierde uno de sus atributos.
- También me encuentro con opiniones sobre que los costes de la guerra para Rusia los paga Alemania comprando (y pagando) el petróleo ruso.
- Y con otros sobre el gran problema de abastecimiento alimentario que se está generando. Los países emergentes están interviniendo las materias primas agrícolas. Egipto no deja exportar (obliga al agricultor a vender el 50 % a la intervención del estado). Argentina ha suspendido las licencias de exportación temporalmente, …
Situación de Occidente.
Como he hablado en notas anteriores tanto de Rusia como de China, es lógico hablar un poco de Occidente.
Digo un poco, porque es el mundo que conocemos mejor, y está casi todo dicho y conocido.
Lo primero que hay que decir es que parece que todos nos entendemos a qué nos referimos cuando decimos “Occidente”, pero el concepto se nubla cuando recordamos que la palabra occidente significa “al oeste” (de qué), y que Japón, Singapur o Australia son considerados como parte de Occidente. Además, parece que hay una cultura e historia común, cosa que no es muy defendible con los ejemplos que he citado. Más bien, lo poco que nos une en Occidente es una forma de entender la economía y la estructura social, que es precisamente lo que se discute en esta Guerra.
Hay un discurso oficial, que es triunfalista. Algo así como: “somos los líderes, no hay nada que temer. Estamos trabajando en arreglarlo. Se ha puesto pesado alguien secundario. Nos hará sufrir un poco, pero no os preocupéis, nosotros lo tenemos más que controlado”.
Ese discurso es mentira. Yo lo traduciría en: “no os lo voy a reconocer, pero estamos muy asustados. No tenemos ni idea de cómo defendernos”.
Menciono aquí un video, que acabo de ver, de una conversación entre Ray Dalio (genio de las finanzas) y Henry Kissinger (no hace falta decir quien es, pero sí hace falta decir que sigue vivo). Estos dos grandes cerebros discuten con miedo sobre la posibilidad de que China quite el poder a USA. Tan solo el que ellos lo consideren, es más que un indicativo. Se puede ver el video aquí. Es altamente recomendable verlo, así como leer el reciente libro de Ray Dalio, que trata, nada más y nada menos, del declive de los imperios a lo largo de la historia, y no lo escribe por ser un enamorado de la historia (que lo es), sino por ver que está cerca un acontecimiento de ese tipo, y le toca decidir estrategias de inversión en ese escenario, lo que le lleva a aprender de la historia para elegir bien.
Como dice un amigo, en Occidente no estamos preparados para el sufrimiento de una vida dura. Podemos hacer leyes sobre los derechos de los gatos, o sobre la importancia de una comida vegana, pero pocos pueden aceptar una noche sin calefacción, mucho menos con problemas gordos. En eso, los rusos y chinos nos llevan mucha ventaja. A ellos les parecerá hasta fácil aguantar lo que venga, nosotros (la mayoría de nuestro mundo) no podremos.
Nuestro mundo se acerca mucho al concepto de la caída del imperio romano. Eso sí, aquello fue gradual, como lo será ahora.
En definitiva, en Occidente no tenemos cultura común; no tenemos aprecio por los asuntos militares (nos pensamos que somos tan claros ganadores, que no necesitamos esas herramientas); para acordarnos de lo que es pasarlo verdaderamente mal, tenemos que pensar en nuestros abuelos, como poco; nos pegamos entre nosotros por banalidades; nuestra preocupación es la cuenta de Netflix, … Es decir, pinta mal nuestra capacidad de defensa de lo nuestro.
Aunque suene raro, sí tenemos algo que nos recuerda la capacidad de sufrimiento y la importancia de ayudar al prójimo y de superar los sufrimientos todos juntos: la religión. Esto no significa que yo mismo sea ningún gran devoto (que no lo soy), pero significa que tenemos ese instrumento de apoyo en lo más profundo de nuestra consciencia.
La puñetera inflación – ¿Es el USD “unidad de cuenta”?.
Hace tiempo que es de lo que más se habla en Occidente: la inflación (o sus variantes peores de estanflación, o de hiperinflación).
Todo sube de precios muy rápidamente.
Se le echa la culpa a la subida de precio de los combustibles, o a la ruptura de las cadenas de suministro, o a la falta de contenedores, o al cierre de fronteras, o a los bloqueos a países productores. Todo ello es un poco cierto, pero no es la razón fundamental.
El caso es que nos creíamos que nuestra moneda (reconozcámoslo, es el dólar, aunque aquí usemos el euro) era la “unidad de cuenta” básica, casi única, e inatacable.
Pero eso es lo que está en discusión ahora: si el dólar es una “unidad de cuenta” válida.
Lo cierto es que, tras toda la impresión de moneda realizada con la crisis del 2008, y con el Covid, nuestra moneda ha perdido credibilidad, lo que tiene la consecuencia de perder valor.
Es decir, no pienso que las cosas suban de precio (inflación), sino que la moneda baja de valor.
Asunto, el de la pérdida de valor de la moneda, que, por cierto, no le viene mal a los gobiernos y empresas muy endeudados (casi todos los occidentales). Así, con una moneda devaluada, pueden pagar sus contratos sin gastar “dinero”. Es como pagar con dinero del Monopoli.
En estas condiciones, dado que los contratos están firmados en esa moneda, deberíamos pensar en seguir utilizándola como “instrumento de pago” (pagamos en esa moneda lo que pone en el contrato), más que nada, para no romper toda la cadena de estabilidad jurídica y no incumplir contratos.
Pero deberíamos abandonarla como “unidad de cuenta”.
Es decir, no hagamos nuestras previsiones en esa moneda. Sobre todo, para los contratos a largo plazo. Paguemos con ella, incluso hagamos los balances y contabilidad con ella, pero hagamos nuestras cuentas reales (aquellas de las que nos fiamos) de otra forma, como si estuviéramos en épocas de trueque.
Intento explicarme con un ejemplo:
En el mundo inmobiliario, lo habitual son los contratos de largo plazo. La empresa promotora hace hoy sus previsiones (y sus cuentas) para una obra futura. Tras las licencias y proyectos, dentro de un año contrata a la constructora, que tarda más de un año en acabar la obra. Luego (o a la vez, depende del formato) hay que buscar a los compradores finales.
En ese ejemplo, si hay inflación grande (que es el caso hoy), desde que se hacen las previsiones hasta que se contrata a la constructora, ésta va a decir que no puede hacer la obra a ese precio. Y, aunque lleguen a un acuerdo, la constructora no va a poder contratar los suministros al precio que preveía (porque habrá pasado más tiempo). Tras ello, si se llega a construir la obra, ocurrirá una de dos: a) el cliente final pactó el precio de compra desde el principio, con lo que la promotora perderá dinero, o incluso tendrá que quebrar; b) el cliente final tendrá que pagar más caro, lo que le parecerá muy mal.
Ante este ejemplo, intento explicar una solución muy burda, pero que puede valer para pensar en otras mejores.
Imaginemos que hemos “encontrado”, o pactado desde el principio, una nueva “unidad de cuenta”. Pongo aquí, como ejemplo tonto (no tanto) el kilo de patatas.
De ser así, el contrato de la promotora con la constructora diría algo así como: “el precio de la obra son xxx euros, y se pagará en euros, en los momentos pactados, pero estos euros serán incrementados en lo mismo que haya subido el kilo de patatas en el tiempo transcurrido”. Igual ocurriría con el contrato del comprador final.
De hacerse así, al comprador final se le podría decir: “la casa que has comprado no ha subido de precio. La puedes intercambiar por la misma cantidad de patatas que antes. Lo que ha ocurrido es que la moneda ha perdido valor, pero tu casa no lo ha hecho”.
Hacer esto es un problema de comunicación muy importante, pero no de concepto. De hecho, antes se hacía así en el mercado español de construcción (con lo que llamábamos fórmulas de revisión de precios), pero las fórmulas eran tan complicadas, y tan influenciadas por negociaciones políticas, que no había ninguna posibilidad de dar explicaciones creíbles al comprador final (las constructoras y los proveedores intermedios conocían el juego, e intentaban sacarle ventaja).
Quiero decir con todo esto que, de la forma burda que he expuesto, o de otra más elegante, nos toca “divorciar” el concepto de “unidad de cuenta” del de “instrumento de pago”. Y es algo que deberemos mantener mientras nuestra moneda no sea fiable. Asunto que, por desgracia, es la norma hoy.
Si alguien se piensa que lo de la fiabilidad de la moneda es una tontería, le tengo que decir que, en esta Guerra estamos viendo que, entre otros, está el objetivo de debilitar el dólar, como “unidad de cuenta”, así como “instrumento de pago”. Por eso está pactando China con Arabia el hacer sus contratos en yuanes, y lo mismo con Rusia, además de usar sus canales de pago (distintos al ahora famoso SWIFT, recientemente prohibido para Rusia).
Con un dólar y Euro en alta inflación (si no es peor), lo más que podemos hacer es lo de continuar usándolo como instrumento de pago, pero no como unidad de cuenta.
Si fuéramos capaces de encontrar una forma de hacer esto “vendible”, el comercio normal no tendría obstáculos (el trueque, a valor constante de la nueva unidad de cuenta elegida, funcionaría).
Además, se podría solucionar el gran problema de la deuda existente sin incumplir contratos ni leyes. Quedaría pagada entregando “papelitos” sin valor, eso sí, con gran sufrimiento para el que cobra “papelitos”, que tal vez tendría que quebrar, pero sin derecho a queja (es lo que firmó).
Posteriormente, poco a poco, podríamos definir la nueva “unidad de cuenta” como también nuevo “instrumento de pago”, cambiando leyes.
Así, redefiniríamos el concepto de “dinero”, que, aunque lo tengamos muy metido en la cabeza, no es más que un artificio para viabilizar el comercio evitando el trueque directo.
Y, … si el artificio no funciona, pero yo sigo necesitando vivienda (y tú la tienes), y yo tengo patatas (y tú las quieres), lo mejor es olvidarnos del artificio y organizar un sistema que nos permita el intercambio, eso sí, haciendo el menor daño posible a los contratos vigentes.
La Guerra y sus límites económicos.
Ya dije, cuando traté el tema de la decisión de China, que la diferencia entre Guerra corta y larga no es una cuestión estricta de tiempo, sino de agotamiento de recursos económicos de cada contendiente, así como de aguante moral de la sociedad.
Por eso es importante intentar ver cuando se le acaba el dinero a cada contendiente.
Ya sé que lo del aguante económico es más profundo que el acabársele el dinero, hay capacidad de crédito, y otras muchas fórmulas, pero es una forma de entendernos sin utilizar jerga técnica que confunde el objetivo.
Lo del aguante moral de la sociedad, lo intentaré tratar más adelante, como uno de los condicionantes fundamentales de los tiempos de la Guerra.
Ahora intentaré entender el aguante económico.
Ya dije que las guerras son el juego del “a ver quién aguanta más”.
Hay que descartar las guerras de apabullante victoria militar de una de las partes. Esas, la mayoría de las veces, se resuelven antes de empezar (nadie inicia algo, y nadie opone resistencia, si saben que está claramente perdido), en ese caso, o una de las partes no comienza, o la otra se rinde inmediatamente.
A la hora de intentar estudiar la capacidad económica de las partes, lo primero que hay que definir es quienes son las partes. Y, … ese “pequeño” asunto está muy poco definido en este caso. Como casi siempre, en los asuntos serios, habrá que hacer hipótesis (con el riesgo de error), que es lo que también están haciendo las partes (las cosas fáciles, con los datos claros, las resuelve cualquiera, y no se complican. Son las de datos difusos las que llevan a los participantes a las decisiones arriesgadas).
En una primera aproximación, es evidente que Rusia ha invadido Ucrania, lo que llevaría a pensar que las partes son Rusia y Ucrania.
Pero, también es evidente que, aunque la OTAN (NATO para otros) no ha entrado en la Guerra, sí está dando apoyo económico a Ucrania. Eso llevaría a pensar que la Guerra, en sus aspectos económicos, es entre Rusia y Occidente.
Por otra parte, no es nada evidente todavía, pero cabe la posibilidad de que Rusia tenga el apoyo económico de China o, en su defecto, de Arabia Saudí, de India, o de otros.
La cosa se va complicando. No es fácil estudiar el montón de alternativas que se pueden derivar.
Para intentar simplificar, me centraré en los casos básicos:
- Rusia sola contra USA. Hablo de términos económicos (y no de balance, sino de capacidad de aguante). En este caso, Ucrania no importa, por irrelevante, y Europa tampoco, porque no entra sin la participación de USA.
- Rusia y China contra Occidente.
Como esta nota se va haciendo larga, y el asunto a tratar también lo es, dejo el tema para la siguiente. Eso si, avanzo que el resultado no es tán evidente como a alguien le puede parecer.