Pensando 2020
Escrito por Pablo González y Pedro Nonay en la primavera de 2020, tratando de entender las consecuencias del Covid 19.
Nota 4 – covid 19
15 abril 2020
Como en ocasiones anteriores, empiezo con comentarios sobre aportaciones recibidas de amigos lectores de estas notas:
- La hibernación del oso:
Un amigo me dice que se plantea esto como la hibernación del oso: a dormir, y a gastar la mínima cantidad de grasa (recursos económicos) mientras tanto. Cuando salgamos, ya habrá tiempo de cazar (producir) para reponer grasa.
Desde luego, es bastante descriptivo. Y puede funcionar para aquellos que tengan grasa suficiente (como les pasa a los osos, aunque algunos mueren en el camino). El problema es que, los que tienen grasa suficiente, pero no mucha, no van a morir por ello (tal vez sí por la enfermedad, pero no por la economía), y cuando salgan no podrán producir, ni comprar. Sólo podrán “incentivar revoluciones” desde el cabreo lógico. Y los que salgan en buenas condiciones, tal vez no tengan compradores para lo que producen.
- Plásticos, cambio climático, etc:
Otro amigo me recuerda que, antes del Covid 19, había obsesión por acabar con los plásticos. Ahora la hay para hacer batas para personal sanitario con plástico. ¿Como las haríamos si se hubiesen eliminado las bolsas de plástico?.
Me habla también de todas las inversiones anteriormente previstas para parar el cambio climático. Se pregunta si tendrá sentido gastar dinero en eso tras la crisis, o si será mejor destinarlo a necesidades urgentes.
Subyace la idea de que estábamos gastando dinero en “tonterías” (hay muchas más, y más tontas que las de los ejemplos). Y que ahora tocará centrarse en cosas serias.
Opino que es verdad que hay que centrar los gastos en lo útil de forma urgente. Pero también opino que lo del cambio climático no es ninguna tontería, sino más bien una amenaza incluso más gorda que el Covid 19. Eso sí, pese a ser gorda, no es inminente (un poco sí, pero no tanto). En definitiva, creo que tenemos un poco de tiempo para gastar dinero en lo urgente, y volver luego a pensar en cambio climático y esas cosas.
Continúo ahora con el “relato”.
Importante señal de nuevos tiempos. Apple y Google se alían.
Supongo que todos habréis leído la reciente noticia de que Apple y Google han establecido una alianza para crear o facilitar apps que gestionen big data para ayudar al control de la enfermedad.
Lo que buscan es tener trazabilidad de los contactos físicos de la gente y su estado de salud. Así, cuando alguien acaba de descubrir su enfermedad, es posible informar a la app, e investigar con quién tuvo cercanía en las pasadas dos semanas. Luego, la misma herramienta puede avisar del riesgo a esas personas, recomendándoles confinamiento para evitar mayores infecciones.
No es ninguna novedad que esas apps son potencialmente útiles. De hecho, casi todos los países y organizaciones están trabajando en la suya (incluso yo, humildemente, estoy relacionado con una de ellas).
Lo que ocurre, es que, para que esas herramientas funcionen, hace falta que tengan un número de usuarios muy grande. Si la mayoría de la gente no tiene la app, no quedará registrado el contacto físico, ni se podrá avisar del riesgo a mucha gente.
Es ahí donde está lo importante de esta alianza. Aunque USA hiciese su propia (y muy buena) app, es raro que se la descargasen más del 50 % de los americanos (y casi nadie del resto). Sin embargo, Apple y Google juntos pueden hacer algo muy distinto (no es lo que han declarado, pero puede que tengan planes no totalmente comunicados, de hecho pienso que eso es lo que pasa). Pueden cambiar su sistema operativo para que la app sea parte del mismo, es decir, obligatoria para quien quiera usar el teléfono (casi el 100 % de la humanidad).
Si lo hacen así, la herramienta será verdaderamente útil.
Aparecen conversaciones, como estamos leyendo muchas estos días, sobre los problemas de privacidad, libertad, y esas cosas, que no son asunto menor, pero que son aceptables si se minora nuestro riesgo de enfermar. Aunque es un debate nada elemental, ¿no hemos aceptado gran pérdida de libertad de movimiento por el confinamiento como mal menor?, y ¿no sería menor pérdida si nos tenemos que confinar tan sólo durante 15 días tras el momento en que la app nos avise de contacto de riesgo?.
Pero yo no he visto todavía conversaciones sobre algo que creo importantísima novedad: el cambio de poder mundial.
Lo cierto es que, si Apple y Google acaban haciendo eso, demostrarán que ellos solos son capaces de dar una solución bastante mejor que todas las de todos los gobiernos juntos. Y los habitantes del planeta podrán ver con claridad quién se dedica a molestar con leyes ineficaces (los gobiernos), y quién aporta soluciones (sin gastar dinero de impuestos).
Eso será una amenaza inmensa a la credibilidad y al poder de los gobiernos. Y, cuando los gobiernos no tengan los datos, su poder mermará incluso más. Y, … futuras nuevas formas útiles de emplear los datos, sólo estarán en manos de los “nuevos jefes” (lo mismo ocurrirá para los riesgos de utilizarlos mal).
Puede ser una señal de los nuevos tiempos y las nuevas tendencias: la estructura de poder de los gobiernos es obsoleta e ineficaz. Lo mismo ocurre con el concepto de país y de fronteras (si internet, y el virus, y la contaminación, y … no son paradas por las fronteras, ¿tiene alguna utilidad su existencia?).
Parece que alguien capaz de dar soluciones globales y eficaces será ganador de esta batalla. Y puede que, poco a poco, vayamos entregando parcelas de poder a esos “alguienes”.
Un ejemplo menor (comparado con lo de Apple y Google) es lo ocurrido en España con las mascarillas: Inditex demostró ser mucho más eficaz que el gobierno. Y no son pocos los que han pedido entregar las riendas del gobierno a Amancio Ortega.
Otro ejemplo un poco más antiguo (menos de un año) ha sido la declaración de intereses de Facebook para desarrollar su moneda digital (su bitcoin propio, que llamaron Libra). Lo cierto es que los gobiernos se “acojonaron”, y pusieron todas las trabas posibles. El asunto está parado, pero la tendencia quedó clara.
Si esta tendencia se materializa, el resultado será que la gobernanza mundial de las cosas relevantes estará en manos de un conjunto de empresas y organizaciones globales. Cada una con su parcela de poder. Por ejemplo, Apple con lo descrito, la OMS con el control de la salud (por cierto, el cabreo de hoy de Trump con la OMS no es más que otro indicativo del miedo que tienen a perder poder), y así con otras cosas (ONU, Banco Mundial, …).
Quedaría en manos de las “antiguas administraciones públicas” las cosas más locales, como puede ser el caso de la policía para los delitos convencionales, el mantenimiento de las infraestructuras de transporte, aguas, …, así como las “identidades locales”, como es decidir la patrona del pueblo, los trajes y bailes regionales, o la puñetera fecha de la diada y sus lazos amarillos (cosas muy importantes para mucho tonto). Eso sí, tales decisiones serían de alcance local, más pequeño que los países actuales.
En resumen, creo que estamos ante un golpe de estado mundial. Aunque intentarán hacerlo poco a poco, y sin que se note mucho. De hecho, ya venía ocurriendo, o ¿no era algo de lo mismo la batalla por el 5G?.
Aquí recuerdo una conversación antigua: una Administración (país) tiene que tener el tamaño geográfico en el que interaccionan sus administrados. Pues, si los administrados interaccionan demasiado con el exterior, las famosas externalidades representan un porcentaje demasiado relevante del PIB, y esa información del PIB deja de ser controlable, por lo que también deja de ser útil. Además, el país no puede imponer sus leyes en otros países para implantar las estrategias que haya decidido sobre su PIB.
Por tanto, o vamos a Administración global (pero sin gobierno central, sino gobierno distinto para cada asunto), o vamos a países más cerrados a la comunicación entre ellos (y anulando internet, y asumiendo que los virus harán mucho daño, y …). Es decir, gobierno global, o edad media (exagero, pero no tanto).
Hago un inciso aquí para hablar de las medidas de reacción ante estas amenazas por parte de las “administraciones antiguas”. Como ven claramente la amenaza a su poder, intentan defenderse de todas las maneras que se les ocurren (no deja de ser una guerra).
Por ahora, la mejor herramienta de defensa que han encontrado es la de intentar aglutinar con ellos a las masas de sus regiones (utilizar el subconsciente del pueblo como barrera defensiva ante el enemigo). La idea central es: lo nuestro es lo bueno. Los de fuera no saben nada y son peligrosos. Hay que evitar el contacto con ellos, e incluso marginarlos.
Esa herramienta nos lleva a los populismos locales, a los racismos, a la lucha de religiones, … Todas ellas cosas que están muy en auge.
Ejemplo paradigmático de eso es lo de Cataluña. Para mantener y aumentar el poder de la administración regional (el chiringuito para el reparto de cuatro amiguetes), necesitan convencer a muchos tontos de que lo verdaderamente esencial en la vida es tener un idioma propio, llevar lazos amarillos, comer butifarra, … Y, lo cierto es que los han convencido. Por lo que no está tan claro el vencedor de esta nueva guerra (la grande, no la de Cataluña, que esa es tan menor como sus argumentos).
El dinero es una mentira (eso sí, muy útil).
En estas fechas que tanto se habla de QE, y de incrementar los balances de los bancos centrales, con esas palabrerías esconden la verdad de fondo: están dándole a la máquina de imprimir billetes sin ningún soporte para ello.
Eso hace pensar en el concepto del dinero. Incluso por encima de todas las teorías económicas, y de si tal actuación conllevará hiperinflación, …
Como es sabido, hay tres condiciones que tiene que tener algo para ser considerado como “dinero”. Tiene que ser “reserva de valor”, “unidad de cuenta”, e “instrumento de pago”.
En cuanto a la reserva de valor, si siguen mucho tiempo dándole a la máquina de imprimir billetes, ¿no llegará un momento en que nos dé miedo tener nuestros ahorros en esa moneda?. De hecho, algunos amigos ya están manifestando ese miedo. Cuando ese momento llegue, tal vez el euro, o el dólar, dejen de ser reserva de valor, por lo que dejarán de ser dinero.
En cuanto a unidad de cuenta, si, por la impresión de muchos nuevos billetes, cambia el precio de las cosas constantemente, tendremos que estar todo el rato imaginándonos para qué nos da un billete cada día. Y dejará de ser una buena unidad de cuenta.
En cuanto a instrumento de pago, si nadie quiere tener sus ahorros en esa moneda, tampoco nos la aceptarán como pago de lo que esa persona haya producido y nosotros queramos comprar.
Es decir, no es broma el riesgo de que el dólar y el euro dejen de ser “dinero” (aunque los gobiernos digan que lo son).
En realidad, ¿qué son hoy el dólar o el euro?. Poco más que papelitos en los que la gente confía que otros se los aceptarán a cambio de sus bienes y servicios. Pero esa confianza es bastante débil. Y, … ¿para qué vale ese papelito si no hay confianza?.
La historia está llena de ejemplos en que una moneda perdió su carácter de “dinero”. Y, como en el juego de la cerilla: se quemó todo aquel al que le pilló la circunstancia con papelitos en su mano. En España, casi todos hemos oído a nuestros abuelos hablar de lo que pasó con el dinero de la república al terminar la guerra.
Lo cierto es que, aunque hay otras formas de que un dinero deje de serlo, una de las más clásicas es la asociada a un gran cambio de poder (el nuevo poder implanta su nuevo dinero). Y, …, ya he dicho antes que creo que nos encontramos ante una guerra para el cambio de poder.
Si llega a ocurrir esa implantación de un nuevo dinero, estaríamos ante una oportunidad de acercarnos a lo que algunos plantean como el necesario “gran reset”. Pero, habría grandísimos problemas técnico – jurídicos con los muchos contratos en vigor referenciados al “antiguo dinero”. Y mucha gente perdería mucho. Serían tantos que habría que hacer un “rescate” para ellos (más que nada, para que no montasen una revolución y quitasen el poder al que lo acaba de coger). Con lo que, al final, podríamos hacer un pan como unas tortas. Aunque sí hay una posibilidad de hacerlo sin revolución y con cambio de poder: que nadie se arruine del todo, pero que haya algo parecido a un cambio masivo de clases sociales: muchos viejos ricos pasan a ser nuevos pobres, y viceversa (algo de eso ocurrió en España tras la guerra civil).
El problema es que no sabemos si esa pérdida de concepto de dinero va a ocurrir con nuestras monedas. Mucho menos sabemos el cuándo ocurrirá, si es que ocurre. Pero sí sabemos que las circunstancias son tan excepcionales (por la gran crisis, por el cambio de poder, por el mucho QE, …) que obligan al menos a pensar en la posibilidad de que ocurra.
La protección perfecta ante este riesgo es imposible. Habría que:
- No tener nada en papelitos. Ni en el bolsillo, ni en el banco. Es decir, tenerlo todo en “cosas de valor real”.
- Si se tiene algo en bancos, no hacerlo en bancos con balances llenos de “mierda” (fundamentalmente deuda pública), porque van a quebrar.
- No tener ningún contrato firmado referenciado a esa moneda que va a dejar de ser dinero. Ni créditos, ni cantidades pendientes de pago/cobro por entrega de bienes o servicios, …
- Además de tener nuestras cosas de valor en activos inembargables, o en jurisdicciones seguras.
Pero sí se pueden aplicar protecciones parciales, que algo pueden ayudar:
- Cambiar algunos papelitos por cosas de valor relativamente claro (oro, brillantes, arte, tierras -esto con sus muchos matices-).
- Jugar con varias monedas distintas, en la esperanza de que no tengan problemas todas el mismo día (esperanza no tan clara). O que no todas las monedas tengan problemas (esto es un poco más claro, pero no lo es, para mí, cual se salva).
- Jugar con distintas jurisdicciones, por si acaso se aplican distintas leyes locales para la desaparición de esa moneda.
- Repasar nuestros contratos y ver en cuales de ellos perdemos más con la desaparición de la moneda (p.e., si uno de ellos dice que entregaremos algo de mucho valor, y nos darán esos papelitos sin valor). En esos casos, tendremos que intentar modificar el contrato, o al menos acelerar la entrega del bien para llegar a tiempo de cambiar los papelitos por otra cosa. Caso contrario es el inverso, en el que buscaríamos que nos den algo de valor entregando nuestros papelitos.
En general, el problema es que, salvo que aceptemos el trueque, hace falta usar algo como dinero para organizar los intercambios de bienes y servicios. Y, aunque aceptásemos el trueque, tal vez no tengamos nada que le interese al del supermercado el día que necesitemos comprar (más que probable).
Esto me hace recordar un concepto interesante: el dinero de nuestros ahorros no es más que un archivo de horas trabajadas por nosotros (o por nuestros mayores, en el caso de las herencias), y no gastadas, ni intercambiadas por nada todavía. Lo tenemos disponible para cambiar aquellas horas de trabajo por algo que nos interese en el futuro.
Por tanto, ¿dónde y cómo archivamos nuestras horas trabajadas en el pasado?. Desde luego, no queremos que nos las roben.
Todo lo anterior me hace pensar mucho en Bitcoin y otras criptomonedas. Resuelven muy bien lo de inembargables, y lo de hacer imposible el QE. También está bastante resuelto la capacidad de gastarlo en cualquier sitio (ya hay muchas tarjetas que permiten pagar con nuestros bitcoins y que la contraparte cobre en moneda local, por lo que no necesita “creer” en el Bitcoin, de hecho, ni siquiera se entera de que nosotros le hemos pagado con bitcoins). Pero, todavía no están resueltos otros problemas, como la alta volatilidad, ni la confianza suficiente. Es una decisión con bastante riesgo. Aunque puede ser una opción para pequeños porcentajes del dinero.
Continuará, …